Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad
El Trastorno por
Déficit de Atención con Hiperactividad
surgió desde la especialidad de la Psiquiatría, valorándose como un síndrome
conductual y del comportamiento representado por un fenómeno que va desde una
distracción moderada a grave, junto con períodos de atención breve, de
inquietud motora e inestabilidad emocional y conductas impulsivas (DSM-5, 2014).
Desde la neurología este síndrome fue diagnosticado con mayor frecuencia en los
niños.
Desde el ámbito Legal y
Forense este fenómeno fue observado desde la dimensión del acoso escolar donde
se piensa como una psicopatología del
neuro-desarrollo infantil por una alteración de la función ejecutiva a nivel
encefálico, lo que derivaría en una incapacidad para atender apropiadamente, reflexionar,
planificar la conducta en la ejecución o
inhibición del comportamiento frente
a estímulos psicosociales. Esto conlleva a graves consecuencias
conductuales ligado a comportamientos
disociales. En este fatídico escenario figurado podríamos llegar a delimitar en un futuro una posible
trayectoria criminal sustentada en la infracción, transgresión, o delincuencia que tanto atañen desde sus implicaciones
jurídico-penales, psicológicas y criminológicas. En esta área de intervención
la identificación del trastorno durante
la infancia es muy importante a la hora de pensar la dimensión de imputabilidad-inimputabilidad por patología
mental. Desde la neurología este síndrome fue diagnosticado con mayor
frecuencia en los niños.
Si habíamos empezado este artículo desde la
evidencia medico es porque este trastorno pudo ser demostrarlo desde estudios
empíricos y fisiopatológicos (salvando las distancias, lo que antes llamábamos
niño hiperkinético o hiperquinésico). Pero, lo que nos preocupa para la
población infanto-juvenil es un posible uso abusivo de fármacos desde este área
de intervención médico. Tampoco observamos en nuestra praxis cotidiana fuertes diferencias cualitativas que separen la
dimensionalidad continua entre la
hiperactividad patológica y la normal. Sí que nos parece más estimable que
estas hiperactividades estén asociadas a unos trastornos de la organización de
la personalidad en ciernes o en desarrollo que para algunos clínicos de la
psicología infantil nos aproxima al terreno de la comprensión mental.
Desde la medicina regular y desde el modelo
fisiopatológico la comprensión de la realidad clínica llega de la mano de
tratamientos como el metilfenidato (y otros derivados…), tratamiento
farmacológico (o psicofármacos) para controlar los síntomas del trastorno de
déficit de atención con hiperactividad tanto en
adultos y en niños (MedLine Plus).
Los psico-estimulantes son los fármacos de elección. En Estados Unidos, el primer
fármaco que se aconseja a todos los niños con TDAH porque o consideran necesario
el tratamiento farmacológico, es recetado muy frecuentemente. En España, también
el metilfenidato es el único estimulante aceptado para el
tratamiento del TDAH
Pero muchos profesionales ven ciertos riesgos y
complicaciones en estos tratamientos, ya que parecen que sean los tratamientos
dominantes o preponderantes eclipsando o privando, en el peor de los casos,
otras intervenciones que también aportarían beneficios para estos trastornos
que algunos niños puedan sufrir, como la psicoterapia. Porque aún no tenemos un
consenso en la comunidad científica sobre los beneficios de la utilización de
éstos estimulantes farmacológicos, no hay consenso sobre su eficacia en torno a
la mejora del rendimiento académico ni a la mejora de la concentración para el
estudio y asimilación de las asignaturas.
Por la otra
parte, autores como Joseph Knobel Freud y otros
profesionales de la salud mental, psicólogos o psicoterapeutas piensan que «El
TDAH no existe » como diagnóstico fetén y que hay poco “diagnóstico” por donde
trabajar este fenómeno.
De todas formas, nos es bastante evidente desde nuestro trabajo psicoterapéutico con niños y desde la realidad clínica con éstos los indicios de una hiperactividad y un déficit en la atención (y de la concentración) es más o menos intensa según en quién y en qué niño.
Desde los modelos psicológicos creemos que la neurofisiología por sí misma no permite describir por si sola el funcionamiento normal de un niño sin tener en cuenta las alteraciones de su psiquismo. Si, de aquí unimos las causas orgánicas junto con los conflictos psíquicos, los problemas educacionales con los problemas afectivos, tenemos otra ecuación muy distinta, ya que no nos parece que sea un trastorno independiente sino comorbido con trastornos del aprendizaje, de la conducta, relacionales, afectivos, etc.
Con ello queremos decir que para algunos profesionales −como también para pedagogos, maestros u orientadores− este trastorno que mencionamos no resulta tan llamativo porque como hemos dicho no se observan unas diferencias cualitativas que separen lo que nosotros llamamos la “continuidad dimensional” entre la actividad patológica y la normalidad. Esto es, los niños se mueven y por lo general son inquietos. Si no hay una adecuada reflexión psicopatológica cercana al ámbito de salud mental, se corre el riesgo o el sesgo de una rápida y fácil respuesta desde el terreno de la pediatría y la atención primaria para la cura de estos síntomas, desde diagnósticos y prescripciones medicamentosos de los derivados anfetamínicos.
Tampoco podríamos pensar desde un tratamiento psicoterapéutico que la dimensión neurológica o corporal en los niños sea univoca y unidireccional, y si falla concurriríamos en exploraciones psiquiátricas en busca de otras comorbilidades desde el terreno neurológico, biológico o genético. Para aquellos profesionales de la salud mental que entendemos la compleja multifactorialidad del desarrollo evolutivo y de la organización del psiquismo infantil, tendremos en cuenta la influencia del temperamento, el carácter, del medio ambiente en la familia, en la escuela, etc. donde el niño se desenvuelve.
Orientándonos hacia el niño, más allá de los manuales diagnósticos del DSM o el CIE, tomaremos en cuenta estos aspectos del desarrollo que hemos mencionado también desde las facilidades o los trastornos del vínculo porque es conclave con la idea que tenemos de la conducta, el temperamento, la capacidad de control y de la regulación de la impulsividad, y de todo funcionamiento mental en su conjunto que pivota en torno a el carácter o la personalidad, como son: lo psíquico, lo neurobiológico, los fenómenos cognitivos y mnésicos, y el Orden emocional y afectivo.
En el ámbito de la escuela, a la hora de que los niños vayan asimilando sus asignaturas, todo esto conjunto de complejas operaciones psíquicas ponen en juego una memoria verbal y no verbal, una regulación emocional, una capacidad de planificación y anticipación de problemas, una adaptación y aprendizaje de nuevas conductas, como el control, el autocontrol y la socialización, etc. de estos fenómenos interactivos precoces. Ya en el DSM 5 se apunta más hacia una relación social y educativa que con factores biológicos. Por tanto, hemos de prestar especial atención a los programas escolares que incluyen funciones en la regulación emocional y afectiva dentro de una integración más amplia del entorno social, de lo afectivo y lo corporal, de la activación y reordenación fenotípicas, de las potencialidades innatas (genotípicas) que es base en el desarrollo psíquico cerebral y de lo que es programado y programable en el ser humano (o reprogramable, como lo que pretende el neurofeedback, la dieta en exceso de azúcares, dietas sin salicilatos, aditivos o gluten…etc. ).
Por ello, y ya para concluir desde una alusión escolar a lo mejor algo artificiosa, que así como en la escuela no enseñamos una asignatura para todo el currículum académico, las buenas pautas educativas en la escuela se fomentan desde una adecuada atención psicopedagógicas personalizadas, desde una actitud positiva del profesor, llevando a cabo adaptaciones metodológicas que necesite el alumno, trasmitirles calma, permitirles el recreo y la actividad física, y por supuesto, que es la intención de este artículo: que el maestro tenga información y conocimiento acerca del TDAH.
Estaremos fomentando malos hábitos profesionales si tendemos a la fragmentación de los problemas psicoafectivos que los niños puedan encontrar en su desarrollo y evolución personal hacia la madurez y mayoría de edad. Llamamos neurologización a la fragmentación de esta complejidad del desarrollo normal de unos factores diversos que como dijimos interactúan en la formación del niño.
Considerando muy importante el trabajo que realizan tanto los neurocientíficos y los investigadores educacionales en sus hallazgos y descubrimientos, nos parece igual de importante la integración de éstas disciplinas con el enfoque cooperativo interdisciplinario.
WEB
MedLine Plus, Biblioteca Nacional de Medicina de los EE.UU. (Búsqueda de Metilfenidato)
<Revista de
Bioética y Derecho: http://www.ub.edu/fildt/revista/rbyd28_art-canabal.htm
-Artículo de Joseph Knobel Freud en el Periódico ABC: http://www.abc.es/familia-padres-hijos/20131126/abci-freud-psicoanalista-ninos-201311221704.html
David Norberto Gascón Razé
Psicólogo en Madrid
Teléfono: 636 554 562
E-Mail: dnd.gascon@cop.es
Página Web: http://www.psicologaenmadridarganzuela.com
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