Cuándo acudir al psicólogo
¿Cuándo y por qué acudir al psicólogo?
Hola a tod@s
Muchas veces
podemos dudar de las señales que nos alertan a la hora de decidirnos a
consultar un especialista en salud mental. Si estas señales características de
un malestar y desasosiego emocional no nos perturban lo suficiente, será que a
lo mejor no conocemos comprensivamente estos indicios que nos anuncian
problemas con múltiples dimensiones de nuestra psicoafectividad como son sentir
la ansiedad, la depresiones…, fobias,
problemas de pareja (lo que se llama trastornos afectivos) o temores. Estas
señales se acompañan de indicios como por ejemplo el insomnio repetido, la sensación
de estrés, el decaimiento prolongado (abatimiento), sentirse irritable, tener
pensamientos perturbadores y un largo etcétera. En niños estas señales se hacen evidentes
especialmente en el rendimiento escolar, también problemas en la conducta como
dejar de comer, reticencia a asearse, tener una conducta agresiva y
contestataria, etc. Otras señales, estas ya algo más complejas, podrían ser el
tartamudeo, la artritis, los continuos dolores de cabeza, la presión arterial
alta, ulceras estomacales, epilepsia y
todas las formas de trastornos psicosomáticos que nos hayan indicado o que
averigüemos que tengamos. Muchas de estas señales hunden sus raíces en
desajustes de la personalidad, otros son por trastornos adaptativos, otros por
stress traumáticos.
Con respecto al
porqué acudir al psicólogo, pensamos que las personas en cualquier momento,
tanto si son adultos como niños, pueden ser víctimas de unos agitadores
psicoafectivos sin tener conciencia de ello, como sentir odio (u hostilidad
encubierta), miedo o temores varios y sin razón, culpa o sentir complejo de
inferioridad. Todas estas son emociones nocivas, que poco a poco hacen estragos
en la mente y en nuestro organismo hasta poder producir daño mental o físico.
Todos estos agitadores psicoafectivos alteran el ritmo normal de la salud
bloqueando los poderes curativos que todos tenemos a nuestra disposición. Ya en
esta fase podríamos hablar de trastornos mentales (moderados o graves) que
pueden unirse con trastornos médicos de tipo psicosomático. Pero es más, estos agitadores psicoafectivos
suelen ser inconscientes. Todos forman un tipo de círculo viciosos en el que
muchas veces nos lo ocultamos a nosotros mismos. Por ejemplo, el temor. Este sentimiento es un problema
que debemos de enfrentarnos cada uno de nosotros. Es un hecho medico conocido
que el temor actúa sobre las glándulas endocrinas produciendo disfunción en
todo el sistema nervioso (SNC). Temores como el de caer, temor a los ruidos estruendosos, a la
oscuridad, a las alturas, a los lugares cerrados, a las arañas, a las
serpientes, al sueño, a la muerte, y por último, y aunque parezca inverosímil, temor a nuestros propios pensamientos. Todos estos temores producen efectos nocivos
en nosotros, especialmente si no nos atrevemos a pensar acerca de nosotros ni a
vernos tal como somos realmente. Negamos determinados pensamientos y emociones
por guardar las apariencias sociales, o porque tenemos miedo al qué dirán y si
nos juzgan severamente, lo reprimimos, lo sumergimos, los enterramos. Una
prueba plástica de ello nos llega de la mano de la literatura y el cine de la
época victoriana, donde el fingimiento, la deslealtad o la hipocresía estaban
en el orden del día a la hora de hacer una amistad, un colega de trabajo o
desde una relación de pareja.
Podríamos
enumerar siete clases de "vanos" temores (citado por el profesor John Dollard,
Universidad de Yale) o temores ordinarios, comunes, como:
·
Fracasar
·
Sexualidad
·
Confiar en los demás
·
La soledad
·
La defensa de sí mismo
·
Hablar
·
Pensar
Nos detendremos en los dos últimos.
El temor a pensar o hablar nos sobreviene principalmente por el tipo de
educación que hemos recibido, que produce tantas inhibiciones. Por ejemplo, nos
castigan por cuchichear en la escuela, o cuando estamos en el aula no se nos
permite movernos, todo ello ataviado desde una disciplina rígida y sobria. Otros
momentos difíciles que afrontamos en algún momento de nuestras vidas son cuando
tememos que se nos escape un mal pensamiento o una palabra incorrecta, todo
descuido que descubra la máscara que presentamos al mundo nos llena de recelo o
prejuicios. Pero estos temores nos vuelven personas dependientes, sometidas y a
menudo sugestionables.
Por último, la labor de pensar que tanto caracteriza nuestro procedimiento terapéutico es fundamental y muy necesario.
En los últimos años, los neurocientíficos han descubierto que el cerebro humano funciona desde una interioridad particular, contrariamente a la teoría vigente anteriormente de que reacciona a las sensaciones que recoge desde nuestros cinco sentidos (mundo exterior). Estudios realizados por Lisa Feldman Barrett, de la Universidad del Noreste (Boston, EE.UU.), miembro del Departamento de Psicología (Psicología de la Emoción y la Neurociencia Afectiva), ha encontrado en el tejido del sistema límbico (donde procesamos nuestras emociones) hacen una labor psicoafectiva de primer orden, y que las personas son los arquitectos de sus propias experiencias emocionales. En la composición celular del tejido límbico, demuestra que las regiones límbicas del cerebro ¡envían pero no reciben predicciones!, esto significa que las regiones límbicas dirigen el procesamiento en el cerebro, ¡pero no reaccionan a los estímulos del mundo exterior!. Esto quiere decir que estas regiones cerebrales (como otras que puedan descubrir) no son reactivas al mundo exterior o externo. Pero, ¿y al mundo interno? Pensamiento y sentimiento parecen importar más si están dentro de nuestro propio cuerpo (y de nuestramente), ya que son nuestras interocepciones lo que importa a la hora de entendernos psico-afectivamente. Lo que afuera podamos ver o tocar tendría un peso menor. Dijo Barrett: "El cerebro está tratando de armar pensamientos, sentimientos y percepciones para que lleguen justo cuando es necesario, no un segundo después". [1]. Pues es aquí donde vemos que pensar es una labor interna propia de nuestro funcionamiento mental, ponernos a pensar es tener acceso de manera privilegiada y de primera mano a nuestro mundo interior, y esto es una labor importante en psicoterapia.
Por último, la labor de pensar que tanto caracteriza nuestro procedimiento terapéutico es fundamental y muy necesario.
En los últimos años, los neurocientíficos han descubierto que el cerebro humano funciona desde una interioridad particular, contrariamente a la teoría vigente anteriormente de que reacciona a las sensaciones que recoge desde nuestros cinco sentidos (mundo exterior). Estudios realizados por Lisa Feldman Barrett, de la Universidad del Noreste (Boston, EE.UU.), miembro del Departamento de Psicología (Psicología de la Emoción y la Neurociencia Afectiva), ha encontrado en el tejido del sistema límbico (donde procesamos nuestras emociones) hacen una labor psicoafectiva de primer orden, y que las personas son los arquitectos de sus propias experiencias emocionales. En la composición celular del tejido límbico, demuestra que las regiones límbicas del cerebro ¡envían pero no reciben predicciones!, esto significa que las regiones límbicas dirigen el procesamiento en el cerebro, ¡pero no reaccionan a los estímulos del mundo exterior!. Esto quiere decir que estas regiones cerebrales (como otras que puedan descubrir) no son reactivas al mundo exterior o externo. Pero, ¿y al mundo interno? Pensamiento y sentimiento parecen importar más si están dentro de nuestro propio cuerpo (y de nuestramente), ya que son nuestras interocepciones lo que importa a la hora de entendernos psico-afectivamente. Lo que afuera podamos ver o tocar tendría un peso menor. Dijo Barrett: "El cerebro está tratando de armar pensamientos, sentimientos y percepciones para que lleguen justo cuando es necesario, no un segundo después". [1]. Pues es aquí donde vemos que pensar es una labor interna propia de nuestro funcionamiento mental, ponernos a pensar es tener acceso de manera privilegiada y de primera mano a nuestro mundo interior, y esto es una labor importante en psicoterapia.
Otros
agitadores psicoafectivos que señalaremos son la culpa, los sentimientos de inferioridad
y el amor extraviado (el odio). Nos detendremos en este último, ya que no
pretendo agotar al lector con un articulo extenso, si no que sea una lectura
comprensiva y pragmática. Por tanto, y para terminar, el sentimiento
antagonista del amor es el odio, los agitadores sentimentales que hemos
mencionado giran en torno a nuestro concepto de amor, ya sea hacia nosotros
mismos, ya sea hacia los demás. Teniendo tres actitudes fundamentales respecto
de alguien, lo podemos amar, lo podemos odiar o nos es indiferente. El odio ha
sido llamado un amor mal orientado (o un amor frustrado), y estas son actitudes
y tendencias considerables que siempre nos empobrecen, y cuando nos conozcamos
tal como somos realmente, podremos encontrar el camino a nuestro bienestar
emocional y a nuestra salud mental.
Allí queda la
máxima griega de “conócete a ti mismo”,
después de más de dos mil años de historia, este aforismo griego gnóthi seautón, o en latín expresado
desde la formula temet nosce, nos
invita constantemente al autoconocimiento para poder ser lo que debamos ser.
Así podríamos caminar recto hacia el reino de la armonía que se halla dentro de
cada uno de nosotros.
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1.Lisa Feldman Barrett, W. Kyle Simmons: Interoceptive predictions in the brain. Nature Reviews Neuroscience (2015). DOI: 10.1038/nrn3950.
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1.Lisa Feldman Barrett, W. Kyle Simmons: Interoceptive predictions in the brain. Nature Reviews Neuroscience (2015). DOI: 10.1038/nrn3950.
David
Norberto Gascón Razé.
Psicólogo en Madrid
Psicólogo en Madrid
Tel: 636 55 45 62
Email: dnd.gascon@cop.es
Página Web: http://www.psicologaenmadridarganzuela.com
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