Trastorno de TDAH en niños, ¿está bien diagnosticado?






Trastorno de TDAH 
(En inglés ADHD: Attention-Deficit Hyperactivity Disorder)

El Trastorno por Déficit de Atención  con Hiperactividad surgió desde la especialidad de la Psiquiatría, (CIE- 10. F90) valorándose como un síndrome conductual y del comportamiento representado por un fenómeno que va desde una distracción moderada a grave, junto con períodos de atención breve, de inquietud motora e inestabilidad emocional y conductas impulsivas.
Desde la neurología este síndrome fue diagnosticado con mayor frecuencia en los niños.

También, y hacer un inciso desde nuestra especialidad Legal y Forense, para tener en cuenta esta afectación en el ámbito del acoso escolar vista desde esta área de intervención (la neurología) como una  psicopatología del neuro-desarrollo por alteración de la función ejecutiva a nivel encefálico, lo que derivaría en una incapacidad para atender apropiadamente, reflexionar, planificar la conducta en la  ejecución o inhibición del comportamiento  frente a  estímulos psicosociales  Esto conlleva a graves consecuencias ligado a comportamientos disocial. 
En este fatídico escenario figurado podríamos  llegar a delimitar en un futuro una posible trayectoria criminal sustentada en la infracción, transgresión, o  delincuencia que tanto  atañen desde sus implicaciones jurídico-penales, psicológicas y criminológicas. En esta área de intervención la  identificación del trastorno durante la infancia es muy importante a la hora de pensar la dimensión de  imputabilidad-inimputabilidad por patología mental.

Si habíamos empezado este artículo desde la evidencia medico es porque este trastorno pudo ser demostrarlo desde estudios empíricos y fisiopatológicos (salvando las distancias, lo que antes llamábamos niño hiperkinético o hiperquinésico). Pero, lo que nos preocupa para la población infanto-juvenil es un posible uso abusivo de fármacos. 

Desde la medicina regular o desde el modelo fisiopatológico la comprensión de la realidad clínica llega de la mano de tratamientos como el metilfenidato (y otros derivados…), tratamiento farmacológico (o psicofármacos) para controlar los síntomas del trastorno de déficit de atención con hiperactividad tanto en  adultos y en niños. Los psico-estimulantes son los fármacos de elección, en Estados Unidos; el primer fármaco que se aconseja a todos los niños con TDAH en los cuales se considera necesario el tratamiento farmacológico. En España, también el  metilfenidato es el  único estimulante aceptado para el tratamiento del TDAH.

Pero muchos profesionales ven algunos riesgos y complicaciones de estos tratamientos, yo personalmente también, ya que parecen que sean los tratamientos dominantes o preponderantes eclipsando o privando en el peor de los casos otras intervenciones que en estos cosas son significativos, como la psicoterapia, por ende, la psicoterapia para niños. Aún no tenemos un consenso en la comunidad científica sobre los beneficios de la utilización de éstos estimulantes, no hay consenso sobre su eficacia en torno a la mejora del rendimiento académico ni a la mejora de la concentración.

 Por la otra parte, autores como Joseph Knobel Freud y otros profesionales de la salud mental, psicólogos o psicoterapeutas piensan que «El TDAH no existe » y que hay poco diagnóstico por donde trabajar este fenómeno.

De todas formas, nos es bastante evidente desde nuestro trabajo psicoterapéutico con niños y desde la realidad clínica con éstos los indicios de una hiperactividad y un déficit en la atención (y de la concentración) es más o menos intensa según en quién y en qué niñ@.

Desde los modelos psicológicos creemos que la neurofisiología por sí misma no permite describir por si sola el funcionamiento normal de un niño sin tener en cuenta las alteraciones de su psiquismo. Si, de aquí unimos las causas orgánicas junto con los conflictos psíquicos, los problemas educacionales con los problemas afectivos,  tenemos otra ecuación muy distinta, ya que no nos parece que sea un trastorno independiente sino comorbido con trastornos del aprendizaje, de la conducta, relacionales, afectivos, etc.


Con ello queremos decir que para algunos profesionales −como también para algunos pocos pedagogos, maestros u orientadores− este trastorno que mencionamos no resulta tan llamativo porque no se observa unas diferencias cualitativas que separen lo que nosotros llamamos la “continuidad dimensional” entre la actividad patológica y la normalidad. Esto es, los niños se mueven y por lo general son inquietos. Si también tenemos en cuenta que para algunos clínicos estas “hiperactividades” pueden ser asociadas a algunos trastornos de la organización de la personalidad en el desarrollo infantil, los psico-estimulantes poco pueden hacer con los fenómenos psicológicos que entendemos con la idea de trastorno psíquico en niños, constatable en la envergadura de las dificultades psicológicas que pasa por todo ser humano. Si no hay una adecuada reflexión psicopatológica cercana al ámbito de salud mental, se corre el riesgo o el sesgo de una rápida y fácil respuesta desde el terreno de la pediatría y la atención primaria para la cura de estos síntomas, desde diagnósticos y prescripciones medicamentosos de los derivados anfetamínicos. Tampoco podríamos pensar desde un tratamiento psicoterapéutico que la dimensión neurológica o corporal, o pedagógica con los niños (para que apruebe sus asignaturas, ¡y ya está!)  sea univoca y unidireccional, y si falla concurriríamos en exploraciones psiquiátricas en busca de otras comorbilidades desde el terreno neurológico, biológico o genético, o pedagógico educacional. 

Para aquellos profesionales de la salud mental que entendemos la compleja multifactorialidad del desarrollo evolutivo y de la organización del psiquismo infantil, tendremos en cuenta la influencia del temperamento, el carácter, del medio ambiente en la familia, en la escuela, etc. donde el niño se desenvuelve.


Orientándonos hacia el niño, más allá de los manuales diagnósticos psiquiátricos del DSM o el CIE, o de os orientadores de maestros, pedagogos, etc. tomaremos en cuenta estos aspectos del desarrollo que hemos mencionado también desde las facilidades o los trastornos del vínculo porque es conclave con la idea que tenemos de la conducta, el temperamento, la capacidad de control y de la regulación de la impulsividad, y de todo funcionamiento mental en su conjunto, como son: lo psíquico, lo neurobiológico, los fenómenos cognitivos y mnésicos, y el Orden emocional y afectivo, fuera y dentro de la familia.


En el ámbito de la escuela, a la hora de que los niños vayan asimilando sus asignaturas, todo esto conjunto de complejas operaciones psíquicas ponen en juego una memoria verbal y no verbal, una regulación emocional, una  capacidad de planificación y anticipación de problemas, una adaptación y aprendizaje de nuevas conductas, como el control, el autocontrol y la socialización, etc. de estos fenómenos interactivos precoces. Ya en el DSM 5 (manual de psiquiatría norteamericana) se apunta más hacia una relación social y educativa (pero no terapéutica),  que sólo factores biológicos. 

Por tanto, hemos de prestar especial atención a los programas escolares que excluyen funciones en la regulación emocional y afectiva dentro de una integración más amplia del entorno social y familiar, de lo afectivo y lo corporal, de la activación y reordenación fenotípicas, de las potencialidades innatas (genotípicas) que es base en el desarrollo psíquico cerebral y de lo que es programado y programable en el ser humano (o reprogramable, como lo que pretende el neurofeedback, la dieta en exceso de azúcares, dietas sin salicilatos, aditivos o gluten…etc. ).

Por ello, y ya para concluir desde una alusión escolar a lo mejor algo artificiosa, que así como en la escuela no enseñamos una asignatura para todo el currículum académico, las buenas pautas educativas en la escuela se fomentan desde una adecuada atención psicológica personalizadas, desde una actitud positiva del profesor, llevando  a cabo adaptaciones metodológicas que necesite el alumno; pero no son intervenciones terapéuticas, ni pedagogía terapeutica (PT).

Estaremos fomentando malos hábitos profesionales si tendemos a la fragmentación de los problemas psicoafectivos que los niños puedan encontrar en su desarrollo y evolución personal hacia la madurez y mayoría de edad. Llamamos neurologización a la fragmentación de la complejidad del desarrollo normal de unos factores diversos que como dijimos interactúan... Llamamos pedagogía negra a aquellos que dan un apoyo escolar sin tener en cuenta el conclicto psíquico que un niño pueda padecer, como por ejemplo, la lucha de lealtades ante la experiencia de divorcio de unos padres que el niño tanto ama.  

En la escuela no sólo están las asignaturas, sino las personas-niños que asisten a su educación desde su inteligencia emocional, que hemos de mirar por ellos no solamente en su intelecto o futura prosperidad laboral, sino para que también sean felices,..., miremos también sus emociones.

 

David Norberto Gascón Razé. Psicólogo en Madrid
Psicólogo infantil. Psicoterapia para niños y adolescentes. 
Tel: 636 55 45 62
Email: dnd.gascon@cop.es
Web site:http://www.psicologaenmadridarganzuela.com
Artículo originalmente publicado en el Nº 6 de la Revista COPOE, edición electrónica.

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