Psicología Forense, Custodia Compartida para los padres...
De nuevo, ¡hola
a tod@s!
Hoy me gustaría
hablaros de un tema propio de la Psicología Forense, como elaborar un informe
pericial para los Juzgados de Familia en el apartado de la Custodia Compartida.
En un artículo anterior en este blog comentamos sobre la violencia de género. En este sentido, en un juzgado de familia cualquiera de Madrid, habría una
intervención por parte del juez para evitar males mayores, y si hay niños de
por medio, la intervención (esta ayuda por parte del Ministerio de Justicia) se
hace más necesaria ante los problemas matrimoniales antes, durante o después de
la separación.
En principio, y
para poder identificar este problema, me gustaría que entendiésemos que hablaré
de los asuntos de Custodias y Visitas que los niños tienen derecho para no
quedar desprotegidos ante las peleas de los padres. Las características de las
respuestas emocionales de los niños/as y adolescentes ante la
separación/divorcio de las figuras parentales son muy variadas, y dependerá de
la etapa de desarrollo en el que se encuentren (esto es: la edad que tenga el niñ@). Un niño de dos años, por
ejemplo, puede sentir miedo, fantasmas amenazantes, fantasías negativas,
incremento de conductas agresivas, etc. y un niño de doce años puede sentir
miedo, ansiedad, alteraciones de la identidad, somatizaciones, etc.
A la hora de
poder evaluar las aptitudes de los progenitores antes y después de la
separación/divorcio, comprobamos las competencias de los progenitores para
ejercer la custodia. Por ejemplo, vemos qué
tipo de estilo educativo y habilidades interactivas poseen [1]. La
disponibilidad en tiempo y espacio para atender cotidianamente a la menor. Cuál
es el apego de la niñ@ a ambas figuras parentales, ¿es similar o hay
diferencias? Cuál es el nivel de conflicto interparental, ¿moderado, grave?...
y así un largo etcétera para que en algún momento de este proceso judicial se
haya podido llegar hacia algún Convenio Regulador aprobado en Sentencia para
coparentalidad o custodia compartida; o no, se iría a un divorcio contencioso.
Esto puede resultar un poco abstracto sin dar un ejemplo práctico, y necesitaríamos de una historia previa que nos sitúe en toda esta complejidad judicial. Por supuesto que en este lugar no podría decir más sobre lo que llamamos Antecedentes Familiares (y Análisis de la Unidad Familiar), porque es confidencial, por Ley y por las solicitudes de las familias, o de cualquier persona que pida reserva ante sus asuntos propios…, pero, con vuestro permiso, os contaré una historia que pueda ilustrar estos procedimientos. Esta historia la cito de un cuento popular español, editado por José de Olañeta, y dice así: «Éste era un matrimonio mal avenido, porque ella era rica, caprichosa, dominante y con mal genio, mientras que él era pobre, buenazo y sin carácter. Siempre que se ponían a disputar acababa ella insultándole, y diciéndole: “¡piojoso, piojoso!”. El pobre hombre sufría con paciencia a su mujer, pero ya empezó a molestarle oírse piojosos, piojoso. Un día que salieron juntos de paseo, iban andando y discutiendo, y ella le volvió a decir: “¡piojoso, piojoso!”. Mira, —dijo él—, ya no te consiento que me vuelvas a insultar. Y como me vuelvas a llamar piojoso, hago un escarmiento contigo. —Pues te lo diré siempre que se me antoje, ¡piojoso, más que piojoso! Y dijo el marido: — Está bien, está bien, tú lo has querido. Él se calló, siguieron andando, y cuando llegaron a un puente sobre un río, la cogió de pronto y la tiró al agua diciendo: —Toma, para que me vuelvas a llamar piojoso. La mujer, yendo por el aire le decía: ¡Piojoso, piojoso! Y cayó al agua y le gritaba: «¡Piojoso, piojoso!» Y empezó a hundirse, y cuando ya le cubría el agua por la cabeza, sacó los brazos, juntó las uñas de los dedos pulgares y le estuvo haciendo señas hasta que se ahogó. » [2]
En este ejemplo (un poco alejado ya de nuestra sensibilidad contemporánea) enlazamos con la tradición
de los Cuentos Españoles del siglo XIII y con los ejemplos morales de la Época Medieval, que tienen antecedentes en el «Corbacho» del
Arcipreste de Talavera en el cuento de «La mujer porfiosa», y en «La porfía de
los recién casados» de «El Fabulario» de Sebastián Mey, donde ella porfía por
comerse tres huevos en vez de dos.
Con una ayuda más profesionalizada desde la asistencia de los equipos psicosociales, jueces y abogados, y con un final más feliz (y no de cuento, como cuando la obstinación y la discusión cerraban el diálogo con la siguiente determinación: «Y aquí se rompió una taza, y cada quién para su casa»). Nada de eso, más bien todo lo contrario, se tienen en cuenta muchas variables tanto la de los padres como la de los hijos porque entendemos que en estas rupturas han de hacerse con el menor daño posible para el bien de las personas, para la continuidad del desarrollo de la familia en el amor.
Con una ayuda más profesionalizada desde la asistencia de los equipos psicosociales, jueces y abogados, y con un final más feliz (y no de cuento, como cuando la obstinación y la discusión cerraban el diálogo con la siguiente determinación: «Y aquí se rompió una taza, y cada quién para su casa»). Nada de eso, más bien todo lo contrario, se tienen en cuenta muchas variables tanto la de los padres como la de los hijos porque entendemos que en estas rupturas han de hacerse con el menor daño posible para el bien de las personas, para la continuidad del desarrollo de la familia en el amor.
Sabiendo que las
rupturas de parejas son unas de las experiencias más traumáticas, amargas y
penosas que pueden sufrir las personas entendemos que hay un conflicto
subyacente a abordar, con muy diversas emociones asociadas, que pueden afectar
al comportamiento de manera muy importante. Si además el conflicto está
judicializado, el litigio y su intensidad van a añadir en las personas,
convertidas en « partes jurídicas», nuevas percepciones o emociones difíciles de
sobrellevar.
Y si la separación o divorcio puede constituir una compleja situación de riesgo para los hijos, como por ejemplo la instrumentalización de los niños haciéndoles parte del conflicto, esos medios de ayuda se hacen bastante arduos pero necesarios en una cultura del diálogo y del respeto.
Y si la separación o divorcio puede constituir una compleja situación de riesgo para los hijos, como por ejemplo la instrumentalización de los niños haciéndoles parte del conflicto, esos medios de ayuda se hacen bastante arduos pero necesarios en una cultura del diálogo y del respeto.
Una conclusión a
la que podemos llegar con todo lo dicho hasta ahora, es que somos responsables
de nuestros actos y de nuestras intenciones,… de nuestras palabras. Tanto jueces como psicólogos, trabajadores
sociales, abogados, etc. están para poder evitar las acciones destructivas (o
fuerzas destructivas) en el foro de nuestro ambiente familiar, de proteger un
orden de las cosas adecuadas para el hombre y su convivencia en relación
consigo mismo y su desigual.
David
Norberto Gascón Razé.
Psicólogo en Madrid
Psicólogo en Madrid
Tel: 636 55 45 62
Email: dnd.gascon@cop.es
Página Web: http://www.psicologaenmadridarganzuela.com
Email: dnd.gascon@cop.es
Página Web: http://www.psicologaenmadridarganzuela.com
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1 Hay cuatro modelos clásicos que se registran a
la hora de educar a los menores, son: el Autoritario (donde vemos coerción e
imposición); Negligente (donde vemos displicencia e indiferencia); Indulgente
(donde vemos tolerancia y pasividad); autoritativo o Democrático (donde vemos
aceptación e implicación) El estilo educativo debe permitir al menor progresar
hacia la independencia y la responsabilidad.
2 Sánchez Pérez, José (1995). Cien cuentos
populares españoles. Biblioteca de Cuentos Maravillosos. Madrid. Página 6.
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